El país de las cosas perdidas
Todo lo que alguna vez perdimos tiene que ir a parar a alguna parte.
En ese sitio hay una montaña inmensa de paraguas. Hay montones y montones de monedas, calderilla que alguna vez se dejo caer de nuestros bolsillos. Las tarjetas de crédito se acumulan, los DNI se apilan formando muros imposibles. Las casas están construidas con todos los papeles que alguna vez dejamos encima de la mesa y cuando fuimos a buscarlos ya no estaban.
Existe un mar de gafas, un mar infinito de gafas graduadas, de gafas de sol, de gafas de bucear y de nadar. En este mar se refleja la luz que dan millones de mecheros encendidos a la vez. El cielo está lleno de palabras y sentimientos que hemos perdido, todos se repiten una y otra vez, pues más de una vez perdemos los mismos sentimientos, las mismas alegrías y las mismas palabras que dijimos aquella vez.
Desde hace tan sólo unos años el barrio de los teléfonos móviles perdidos está creciendo una barbaridad.
Yo vivo encima de la montaña de los relojes, cada uno da la hora que quiere, yo los dejé de mirar hace ya mucho tiempo, justo cuando se quedo parado el reloj de cuco de al lado de mi puerta. Cuando las palabras y los sentimientos perdidos se cuelan en mi habitación me pongo melancólico y saco la botella de vodka de debajo de la cama y me pongo a beber y cuanto más bebo pierdo más cosas y lleno este mundo con frases estúpidas y sentimientos estúpidos que a la mañana siguiente no recuerdo.
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