sábado, junio 18, 2005

El hombre que nunca estuvo allí

Pasaba como sombras en una noche sin luna. Perdía la conciencia a cada minuto, vomitaba lo que había sido y se convertía en otra persona. Se olvidaba sus cosas por donde pasaba, su identidad se veía afectada por sus viajes etílicos a través del tiempo, minutos y segundos desaparecían en noches empleadas en perder el tiempo.
Sus manos eran pobres caricaturas de unas manos de verdad, no sujetaba las cosas, no podía acariciar. Su boca era la entrada al infierno, su cuerpo era un viejo mueble que se vendía un domingo por la mañana en El Rastro.
Pasaba como una brisa de aire fresco en Agosto, estaba allí, pero jamás nadie le vio.