jueves, junio 16, 2005

Elena

Elena siempre se mostró intocable. Muy cercana, accesible y cariñosa, pero totalmente inalcanzable.
En los días de sol, tumbados en la hierba, ella se subía la camiseta y se acariciaba el ombligo, ese ombligo decorado con un pendiente. Nosotros mirábamos, éramos sus juguetes. Nos dábamos codazos para avisarnos unos a otros que volvía a jugar con su piercing.
Cuando tenias suerte y eras tú el que estaba a su lado, siempre aprovechabas para tocarla, para jugar con ella, y cuando Elena te tocaba el mundo se paraba, tus amigos miraban, no con envidia, si no con admiración, sintiendo lo que tú sentías porque también a ellos les tocó alguna vez. Un sólo roce, una mirada, que te sonriera,...
Poder observarla tendida en la hierba, cerrando los ojos porque el sol le molestaba, deseabas acariciarla, besarla, pasar tus manos por todo su cuerpo.
Elena siempre se mostró inalcanzable, era un regalo para nosotros, un ente divino enviado por "nosesabequienoque". Jamás ninguno intentamos algo con ella. Sentir el rechazo por su parte no sólo habría hundido al valiente, nos hubiera hundido a todos.
Sigo pensando en ella. Todos queríamos a Elena, y si la volviéramos a ver, volveríamos a enamorarnos de sus gestos, de su voz, de su risa y de sus manos.
Elena siempre se mostró inalcanzable.