jueves, abril 07, 2005

¡ Dios bendiga a nuestros hombres muertos!

Los cuarenta días pasaron y sigo sin morirme. Todos nuestros hombres murieron en accidentes sin sentido.
Cuando el mundo está enfermo no te puedes esconder en ningún sitio, ¿qué diablos hacías dentro de ese campo de batalla?.
Los dos perros se ladran cara a cara, babeando el suelo, asustando a todos los que están al lado.
La sangre salía de sus narices, fue un placer haberos conocido, ya habéis muerto, estáis envenenados. Los sesos se derretían y salían por la nariz.
Los mares son peligrosos, las turbulencias acabaron con más de nuestros hombres.
El señor presidente me enseñó una pistola y la puso en mi cabeza, yo maté a tres de nuestros hombres.
Las montañas hechas con cuerpos muertos hicieron enloquecer a mil de nuestros hombres.
Tus cantos destrozaron más vidas que la montaña, tus ojos dejaron un rastro de muerte hasta las puertas de tu casa.
Ahora sólo estoy yo, y estoy esperando el momento oportuno para seguir adelante y acabar contigo.
¡ Dios bendiga a nuestros hombres muertos!